miércoles, 20 de diciembre de 2017

Microcuentos

CRIMEN EN LA BIBLIOTECA
Alguien había arrancado la última página de todas las novelas de Agatha Christie.
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Yo, tú, él… Sobra un pronombre.
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Explicó al juez que ella se había tirado por el balcón y que después, para evitar que siguiera sufriendo, la había apuñalado.
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Trató de hallar la respuesta en el fondo del vaso. Sin embargo, cuando llegó allí, había olvidado la pregunta.
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El cantante había llegado a un acuerdo muy lucrativo con el vendedor de tomates.
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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, había de recordar el consejo que le dio su abuelo: Nunca te metas en política.
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Chang ha robado un coche, pero el condenado a muerte es Zhou, que sólo ha robado una bicicleta. Su riñón puede ser trasplantado al ministro.
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En Comala, la WiFi está muerta.
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–Creéis que hago literatura. Os equivocáis. Escribo crónicas periodísticas sobre un mundo que no podéis ver –dijo Lovecraft.
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El suicida encendió el enésimo cigarrillo.
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INESPERADAMENTE
Una bala perdida encontró un corazón solitario.
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Tenía tan poco éxito con las mujeres que se convirtió en un asesino. Y en el corredor de la muerte comenzó a recibir cientos de cartas.
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El condenado era tan guapo que todas las mujeres presentes en la ejecución concluyeron que era una pena de muerte.
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Mata Hari saludó a los doce soldados que formaban el pelotón de fusilamiento. Le alarmó que uno de ellos no le mirara el escote.
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Después de veinticinco años en el corredor de la muerte se convenció de que era inocente.
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Al final de la curva encontró un ataúd de pino.
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Cuando supo que los gendarmes habían fusilado a diez campesinos, el general ordenó al juez castrense que redactara diez condenas a muerte.
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El ejecutado preguntó si, antes de enterrarle, podían dispararle otra bala.
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Para que se sintieran especiales, el sicario les decía a todas sus víctimas que serían su último trabajo.
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Los abolicionistas de la pena de muerte han pasado a la acción directa: han matado al verdugo.
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No la quiere. La margarita se ha quedado sin pétalos.
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Luis XVI coloca las manos sobre el tiñoso.
–Yo te toco, Dios de cure –recita.
Nada ocurre: el lamparón sigue allí. La voz se corre entre el pueblo. No tarda en comenzar la revolución.
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El protostrátor quiere defender la muralla de tierra. El megaduque propone reforzar la muralla del mar. El logoteta aconseja contratar a más mercenarios. El patriarca exige más oraciones. El basileo no sabe qué hacer. De repente, los turcos interrumpen la discusión bizantina.
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Al inspector le sorprendió descubrir que el arma homicida había sido el último tomo de las obras completas de Ortega y Gasset.
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Fiódor Mijáilovich está tranquilo.
–¡Atención!
Sonríe.
–¡Apunten!
Sabe que en el último momento llegará el indulto del zar.
–¡¡Fuego!!
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–Ánimo y suerte –le dijo educadamente el verdugo.
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Parece tonto viendo tantas películas de culto.
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Cuando el capitán Ahab vio ballenas zambulléndose en las nubes, supo que estaba en el cielo.
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PARANOICO
Le preocupa que nadie le persiga.
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Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida. Pietr el Letón le reclamaba seis millones.
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Estaba harto de sus puñaladas traperas. Le disparé.
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El patito feo era muy soberbio. Se comportaba como un cisne. Hubo que ponerle delante de un espejo. Y así vio que sólo era un patito feo.
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Aunque el psiquiatra le curó el trastorno de doble personalidad en sólo dos sesiones, le sorprendió que le presentara una factura doble.
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No hallaron ni rastro del desaparecido. Tuvieron que liberar a Hannibal Lecter.
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–Deja las muletas y sube a mi habitación –le dijo la mujer, que resultó ser detective de seguros.
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Llevaba un sugerente vestido negro. Alguien, escandalizado, le denunció. Un gendarme le detuvo.
–Déjeme –dijo Flaubert–. Soy Madame Bovary.
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Su editor le consideraba una equivocación. Para su ex era un vago. A sí mismo se veía como un escritor de culto.
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Me dijo que quería conocer a mis padres. Eso hice. La arrojé al mismo lago en que estaban ellos.
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Cuando era evidente que iba a perder la alcaldía, decidió esconder el bastón de mando. El ayuntamiento se hizo ingobernable.
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Llevaba un bonito vestido y unos zapatos preciosos, pero pasó toda la noche sentada en una silla. Cenicienta no sabía bailar.
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Antes de matarle, le explicó que no era ningún monstruo. Las circunstancias de la vida le habían convertido en uno.
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Le dijeron que no dejara ningún cabo suelto. Así que, después de acribillar a su objetivo, el sicario se disparó en la cabeza.
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Suenan las doce campanadas. Poco después, Cenicienta es expulsada del baile por desvergonzada. Está desnuda.
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PRISIONERO
Él se quedó con varios libros míos. Yo conseguí que me prestara Bartleby y compañía, rehén que pienso conservar.
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El ladrón que trató de robarle el corazón a la juez recibió una severa condena.
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DOS PÁJAROS DE UN TIRO
Fue una ingeniosa idea del consejero real. Llevaron al príncipe rana a besar a la bella durmiente.
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–Sígueme –me dijo. Y eso he hecho: seguirla. Sin descanso. Desde hace ciento cincuenta años.
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Cuando tropezó y cayó por las escaleras, llevaba puestos los tacones de mujer fatal.
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Sucedió lo inevitable: cansado de que Scheherezade le dejara los cuentos colgados, Schariar ordenó que la colgaran.
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El editor le devolvió la novela y le dijo que no estaba seguro de que si era buena, pero sí de que no se la publicaría.
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Han llegado a las puertas de palacio. Tienen hambre. Piden pan. Antes de recibirles, el rey se coloca su peluca empolvada con harina.
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Y, desdichadamente, un día comprendieron que durante todos esos años había simulado su cojera para poder llevar un bastón estoque.
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Esa noche, Tanabe entregó a su padre tres papeles: el alta del hospital, la carta de expulsión y la factura del bastón del profesor Fukuda.
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Leonor Acevedo reza todos los días pidiendo que la mujer de su hijo viva largos años. Le quiere sólo para ella.
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METAMORFOSIS
Y llegó el día en que doña Jerónima salió a caminar en chándal y zapatillas.
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San Pedro no paraba de hacerle preguntas incómodas. Tuvo acogerse a la quinta enmienda, como hacía cuando estaba vivo.
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UN CUENTO
Escribió un cuento, en el que ella era la protagonista. Y le amaba.
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–Me deshojará, no me deshojará, me deshojará, no me deshojará, me deshojará, ¡no me deshojará! –exclama la margarita.
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No lee novelas. Padece agorafobia.
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Tiraron demasiado de la cuerda del reloj y ahogaron al cuco.
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PUERILIDAD
Iba a comprarse un monovolumen, pero acabó quedándose con el cupé rojo de kilómetro cero que había en el concesionario.
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El ayudante del general preparó todo lo que debía llevar en el salto aéreo: el uniforme de gala, la botella de bourbon, la caja de puros…
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Hoy ha vuelto a atropellar a la chica de la curva. Sabe que esta vez no le abollará el coche.
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FRIVOLIDAD
Antes de analizar la ofensiva soviética en Bielorrusia, el Führer pidió que le mostraran los nuevos modelos de uniforme.
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La gallina contempla inquisitiva la tortilla: algo en ella le resulta familiar.
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Me exigió que le diera algo de espacio. Me pidió que me fuera a Nueva Zelanda.
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No encontraba la manera de perderse.
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Había sido un hermoso sapo y ahora era un feo príncipe.
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TRUCO
Si la Muerte llega a tu puerta la noche del 31 de octubre, dale un caramelo.
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El sapo rezó para que apareciera pronto una princesa. A causa de la sequía, la charca se estaba secando.
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La princesa besó al sapo. Y fue denunciada por los animalistas.
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Cuando llegó la musa, se quedó sin palabras.
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La Muerte ya no sale las noches del 31 de octubre. Está cansada de que le den caramelos.
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De pronto cayó en la cuenta de que su mujer le distraería, no le dejaría componer música en paz. Entonces, Orfeo miró hacia atrás.
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Cuando le llegó a casa la factura del trasplante capilar, temió que se le reprodujera la alopecia nerviosa.
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Tuvieron que matar a la gallina de los huevos de oro. No les quedó otra opción. El precio del metal amarillo se había hundido.
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NOCHE ELECTORAL
Los políticos ganaron. Los votantes perdimos.
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METAMORFOSIS
Cuando despertó, le alivió tanto no encontrar allí al dinosaurio que no le importó haberse convertido en un monstruoso insecto.
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No sé por qué se quejó del café. Estaba amargo, sí, pero le di una muerte dulce. Ni siquiera se enteró.
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Encontraron a un monstruo muerto debajo de su cama, junto a sus calcetines sucios.
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La Muerte le dio un susto del que no se recuperó.
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Abuelita, ¡cuántos pelos tienes! ¿No has pensado en pasarte por Fotodepil? Hay precios especiales para jubilados.
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La mesa ya no pudo aguantar más: les pidió a los alumnos que se callaran. Estaba harta de que el profesor la golpeara.
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Recogieron todo el pelo que había por casa y por fin encontraron al gato.
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El conde me invitó a subir para tomar un café.
–¿Tú no bebes nada?
–Cuando termines, a ti.
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Tuve que echarle un café por encima para conseguir que se quitara los pantalones.
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Es una tacaña. Ni siquiera me ha dado un beso.
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Mala suerte: el gato negro se ha quedado mirándose en un escaparate y no ha visto el coche.
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Era el cuarto príncipe que moría en las últimas tres semanas. Rapunzel tuvo que empezar a usar champú fortificante.
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El toro era tan bravo que, unánimemente, los espectadores sacaron sus pañuelos y pidieron que le dieran la coleta del torero.
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El gran fracaso de Pennywise es que todavía no ha conseguido que nadie se muera de risa.
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Y al octavo día se prejubiló.
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Me invitó a subir a su piso a tomar un café y me tuvo toda la noche en vela.
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Y al octavo día fue despedido por finalización de obra.
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Por favor, una moneda. Jesús curó mi ceguera y me dejó sin trabajo.
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Le conocí en la disco, acepté la invitación de subir a su piso y acabé en el maletero de su coche. Sólo puedo decir que mamá tenía razón.
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Y, como todos los sábados por la noche, el lobo se comió a Caperucita.
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Sacher-Masoch está adormilado: necesita un café bien caliente. Cuando el camarero se lo trae, le pide que se lo eche por encima.
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APOCALIPSIS
Todo se acabó fuera. Lleva días encerrado en casa y sólo le queda una botella de cerveza.
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CUERDO Y LOCO
Don Quijote se miró en el espejo y vio a un loco.
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PRETÉRITO IMPERFECTO
Me dejó.
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El asesino a sueldo le obligó a beberse una cerveza bien fría y le mató de un resfriado.
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FIESTA DEL TÉ
Tiraron al mar todo el té y no les quedó otra que pasarse al café.
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–¡Mi reino por una cerveza! –gritó el rey.
Y el barman no se la sirvió.
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La ballena se tragó a Jonás y se atragantó.
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Tardó tanto en preparar la coartada que no sacó tiempo para cometer el crimen.
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2150
Como estaba previsto, le descriogenizaron. Y le informaron de que todavía no habían encontrado cura para su enfermedad.
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El camarero merecía morir. Le llevó una negra caliente.
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Todas las mañanas, cuando se mira al espejo, Hellboy se enfrenta a sus demonios.
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Allí, en medio del bosque oscuro, había cobertura. Lástima que hubiera olvidado cargar el móvil.
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–Monsieur Balzac, ¿cuándo tendrá listo su próximo libro?
–Calculo que dentro de doscientos cafés.
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–¿La primera persona del singular del pretérito imperfecto simple del verbo suspender?
–…
–Responda.
–Suspendí.
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Me dijo que nunca perdería la cabeza por alguien como yo. Para demostrarle que estaba equivocada, se la corté.
[variación sobre un microcuento de @ObservaParaiso]
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Julián Rodríguez era un cenizo. El capitán García amenazó con fusilarle si no se pasaba al enemigo.
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A él le gustaban las napolitanas; a mí, los vieneses. Congeniamos.
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Ya le había arrancado todas las uñas al sospechoso cuando le avisaron de que la gatita del Líder Supremo había aparecido sana y salva.
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Vi al médico practicarme la maniobra de reanimación cardiopulmonar. Me dieron ganas de decirle que lo dejara.
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Una mariposa aleteo en China e, inevitablemente, un huracán destrozó nuestro matrimonio.
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Era muy divertido cabalgar allí subido. Admirados, todos le señalaban y le jaleaban. Lo que no sabía era cómo bajarse del tigre.
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Lleva treinta y siete años recordando la sonrisa que, antes de firmar la hipoteca a cuarenta años, se le escapó al director del banco.
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Todos los días le dibujaba con la espuma del café un corazón. Todos los días se lo rompía.
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METAMORFOSIS
Una mañana, cuando despertó, advirtió que se había convertido en un reptil, como toda su familia política.
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El forense dictaminó que el finado había fallecido por asfixia en la cámara frigorífica de la morgue.
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Apostó cien mil euros a que permanecía diez minutos debajo del agua sin respirar. Ganó. Sus herederos cobraron la apuesta.
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El cura dijo que hasta que la muerte nos separase. ¿A él no se le puede acusar de ser el inductor?
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Luis XVI no pudo reprimir su gozo cuando los jueces le condenaron a perder la cabeza. Estaban admitiendo que la tenía.
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Juró que no les hice nada a las niñas. No soy un sátiro, sino un chivo expiatorio.
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–Esto no os habríais atrevido a hacérselo a Luis XIV –dijo Luis XVI.
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Estoy seguro de que Elena me dejó porque alguien mató una mariposa cerca de Beijing. Odio a los chinos.
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No camina porque quiera llegar a algún sitio, sino porque no quiere estar allí.
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Darth Vader está deseando acabar con la rebelión. Así tendrá tiempo para que le trasplanten un par de pulmones nuevos.
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Un calcetín ha tratado de escabullirse escondiéndose en la manga de una camisa. Junto a su pareja, ha sido arrojado al fondo de un cajón.
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El forense, pensando en la familia del difunto, cambió “accidente sexual” por “suicidio por ahogamiento”.
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Don Ervigio cumplía ochenta y un años, pero su hijo colocó en la tarta más de cien velas. Tenía prisa por heredar.
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Cuando se alejó de la ciudad, sintió que se ahogaba: le faltaba monóxido de carbono. Tuvo que acostarse junto al tubo de escape del coche.
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Lorena siempre conseguía dejar sin resuello a sus novios. Vivía en un séptimo sin ascensor.
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Su miedo convirtió el lagarto en dragón.
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Nuria debe tener un problema de disnea: siempre me exige que deje correr el aire entre los dos.
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Se disfrazó de Caperucita Roja y sucedió lo inevitable: todos los lobos se le echaron encima.
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DIABÉTICO
Está enamorado a muerte de la confitera.
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ESPELUZNANTE
Drácula se vio reflejado en el espejo.
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JUSTIFICACIÓN DEL TORTURADOR
Ellos me atormentaban con su silencio.
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POBRE
Sólo escribe microcuentos.
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KAFKIANO
El agrimensor K. se equivocó de castillo.
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–Eso lo ha copiado usted de Borges.
–¿Y no podría Borges haberme copiado a mí?
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Cuando el gallito vio al zorro, la carne se le puso de gallina.