domingo, 22 de octubre de 2017

Dientes de león

Steven March era el vecino ideal. Bueno, educado, servicial. Su trabajo en el Pentágono inspiraba confianza a todos. Bueno, a todos, excepto al señor Millner. Steven March conducía un Packard –un sólido coche americano– y no se perdía ni un solo partido de los Redskins. Salía con una compañera de trabajo tan seria como él (y quizá unos años mayor): algunas veces habían podido verles disfrutando de una barbacoa delante de su casa.

A todos los vecinos, excepto al señor Millner (por supuesto), causó sorpresa saber que Steven March había sido detenido por el FBI acusado de ser un espía soviético. Las pruebas eran incontestables. No se llamaba Steven March ni su familia procedía del Medio Oeste. En  realidad, su nombre era impronunciable –terminado en ov o enko– y había nacido al este de Ucrania.

–Siempre lo dije –indicó el señor Millner–. Ese tipo me daba mala espina. ¿Quién deja que su césped se llene de dientes de león?

Microrrelato escrito para el Viernes Creativo de Elbicnaranja.wordpress.com