El combate fue atroz. Yo me libraba de él y, persistente, él acababa regresando.
Un día, por fin, después de muchos años, simplemente desapareció: no volvió a molestarme nunca más.
No fue, sin embargo, una victoria plena: cuando contemplé mi cara en el espejo, advertí que estaba cubierta de arrugas.
Microrrelato publicado en Cincuentapalabras.com